El
primer contacto con el país, ya te hace tomar conciencia de lo que te
espera a lo largo de los próximos días que vivirás en la ciudad de
Hanoi. De camino del aeropuerto al centro de la ciudad, múltiples
coches, motos, bicis, carros y todo tipo de transporte que se os ocurra,
nos acompañaron en nuestro recorrido, en el que llegamos a ver una moto
con una especie de jaula incorporada que transportaba unos ocho cerdos
vivos!!!! Éste sólo era el principio, claro está. Sandra Mancebo (La coctelera de Sandra) infatigable viajera nos cuenta así, en Adoronews, uno de sus numerosas aventuras, a lo largo y ancho de este mundo. Un relato fantástico... y en primera persona. El viaje lo realizaron ella y su chico...
Llegamos
a nuestro hotel ubicado en el corazón del Distrito 1, llamado Hoan
Kiem. Sus calles están repletas de tiendas clasificadas por gremios,
gente, motos, bicis, mujeres vietnamitas con el gorro típico y portando
sus frutas y verduras según su tradicional sistema de balanzas, …
Tras
un recorrido por las múltiples tiendas de cada barrio para adquirir
algunos recuerdos de madera lacada, y una parada en uno de los talleres
donde realizan los famosos lienzos vietnamitas bordados a mano que son
una auténtica preciosidad; nos hemos tomado un respiro con una bia hoi
(la cerveza típica vietnamita) en uno de los típicos bares que había en
un cruce de calles del barrio viejo, mientras contemplábamos todo el
bullicio de la ciudad.
Por
la tarde, una visita al Lago Hoan Kiem con su templo y su famosa
tortuga, y cursillo intensivo de nuestras primeras palabras en
vietnamita que nos acompañarían el resto de los días: xin chiao (hola),
tam biet (adiós) y cam on (gracias).
Al
día siguiente y tempranito, día de visitas: Mausoleo de Ho chi Minh y
paseo por la Residencia del presidente y sus jardines; Templo de la
Literatura; y paseo por el barrio francés y visita a su catedral (muy
parecida a Notre Dame), al museo de la historia de Vietnam y un par de
pagodas.
Debo
reconocer que estoy enamorada de los bares vietnamitas: cualquier
esquina de la calle, en mitad de la acera, unas cuantas banquetas de
plástico pequeñitas y una nevera portátil a cargo de un señor o señora
que te vende latas de refresco y cervezas. Disfrutar aquí de una cerveza
rodeados de motos por todos los lados y viendo la vida pasar, es toda
una experiencia que te hace ver la cosas con otros ojos. En la fotografía superior, Sandra en una banqueta... "viendo la vida pasar".
La
última tarde que pasamos en Hanoi, tras nuestra excursión a la Bahía de
Halong, que os contaré en un próximo post, visitamos la prisión de Hoa Lo. Parece
mentira que fuera tan sólo hace poco más de 30 años que terminara la
guerra de Vietnam. Un mundo tan avanzado y que permita que ocurra una
guerra tan ridícula, que se llevó la vida de tantas personas buenas
tanto vietnamitas como americanas, por nada.
Esto
explica por qué ha avanzado tan poco el pueblo de Vietnam en pleno
siglo XXI, perdieron todo y aún no ha pasado tiempo suficiente que les
permita reconstruir sus vidas y las de sus hijos.
¿Qué
me llevo de Hanoi? La describiré como una ciudad caótica y ruidosa,
pero con mucho encanto. Hemos visto cientos, miles de motos, bicis,
personas caminando, cyclos, …, en cada cruce, en cada calle. Motos con
tres, cuatro y hasta siete personas, portando colchones, mesas, cajas
enormes, jaulas llenas de gallinas, cerdos y todo lo que se pueda
imaginar.
Mujeres
con el sombrero típico y su tradicional sistema de carga en balanza, y
conductores de cyclos y de motos con sombreros de la guerra.
Bellas
mujeres ataviadas con su bonito traje típico, llamado ao dai, que
contrastan con las mujeres desaliñadas y en pijama que atienden los
puestos callejeros donde venden carne de perro, pollo, vaca o lo que
sea, sin ningún tipo de higiene; o las que atienden los restaurantes
abiertos a la calle, que lavan los platos en un barreño en la acera y
cocinan el plato del día en grandes peroles situados en la entrada.
O
esos otros hombres y mujeres, que atienden los típicos bares de los que
ya os he hablado antes, que te ofrecen unas mugrientas chanclas para
que descansen tus pies mientras te tomas una cerveza, más bien caliente,
y disfrutas de ver pasar la vida ante tus ojos con todo su caos y todo
su encanto.
Aceras
y calles repletas de color y de vida, donde poder cortarse el pelo por
1$ en cualquier esquina preparada con un espejo y un sillón de
peluquería; reparar o hinchar las ruedas de la bici en un taller
improvisado provisto de una bomba de inflar y unas pocas herramientas;
comprar una barra de pan en mitad de la carretera que te vende
amablemente una señora bajo una sombrilla; señoras que portan en un
carrito una báscula con medidor de altura para que te peses en cualquier
lugar de la calle; jaulas con coloridos pajarillos colgadas de árboles,
farolas o cualquier otro invento; tiendas-casa en las que se desarrolla
su vida y te venden una camiseta de marca mientras cena toda la familia
junta sentada en el suelo sus tradicionales cuencos de sopa, llamados
Pho; el colorido de las mascarillas protectoras que llevan por la calle
la mayoría de ellos para protegerse de la polución; la señora que va
tocando la campanilla y empujando el carrito de recogida de basura para
mantener limpio todo este caos; …; todo esto, es Hanoi.
¡Tam biet Hanoi!
Un magnífico viaje y un estupendo relato...
Por: Sandra Mancebo
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